domingo, 11 de agosto de 2013

En el vacío.

Anoche pensaba, de esas cosas que uno no debería hacer, ya que provoca el desvelo, en que al menos (aunque no me consuele mucho), tuve ese momento mágico de limarte las uñas, tomarte la mano varias veces, darte besitos en ella, decirnos mutuamente lo mucho que nos queremos, las gracias mutuas sentidas la una por la otra. Pero pasa que si bien tengo esas maravillosas ráfagas de recuerdos, la pena de no tenerte en la casa, en tu pieza, en el comedor, es tanto más grande. Ese vacío del que todos hablan es tan amplio, que no logro llenarlo con estos instantes de memoria. Y ocurre eso que dijo la Paulita tantas veces, que ya echariamos en falta cuando no te tuvieramos, que maldita estupidez y es que tenemos ese defecto inmenso de ser mulas, necios y no querer aprender las lecciones que te da la vida y a toda costa queremos vivirlas en carne propia, aunque sólo sean para sumar dolor a la vida.
Pero ya nada de eso tiene sentido, aunque nos lo repitamos mil veces en silencio, aunque pensemos en todos los "hubiere, habría, sería" y pasados que ya no se pueden atrapar, regresar, retomar, rehacer. En cambio queda el vacío, ese vacío de haber estado en tu guatita y que ahora lo entiendo y entiendo el dolor que debe haber sentido mi amiga Diana Mena Cappelo, cuando murió su mamá, más aparte ella era mucho más pequeña que yo, esa sensación de sentir que aquel lugar del que venías y que está contigo, a tu lado, mientras tu mamá este viva, cuando ella ya no está, sientes la orfandad por la falta de ese lugar, como si tuvieramos una conciencia sútil de pertenencia por ese útero, de pertenecer en carne a esa mujer y cuando esa mujer-madre se muere, se va la sensación de ese espacio y quedamos huerfanos. La sensación clara de impertenencia, que ese lugar ya no existe, estamos solos, abandonados a nuestra suerte.

Y será por eso que al estar contigo muerta, fría, casi en rigor mortis, pudimos entre "tus tres gracias" desvestirte, vestirte, peinarte, ponerte agua de colonia, besarte, tocarte, tocarte mil veces, aunque no sonrieras, aunque no nos miraras, porque eras, eres, serás siempre nuestra madre, nuestra amada madre Blanca, Blanquita, Abuelita de Batman, la que nos dió la vida.
Y en mi caso, poder dormir junto a ti, en la misma pieza, tu en el cajón y yo en mi camita, sentir que seguías aqui, presente, que podrías haberte quedado por siempre jamás en ese espacio que ocupabas en la pieza y yo trabajando en mi escritorio, viendo la TV, durmiendo, pero contigo a mi lado.

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