lunes, 3 de abril de 2017

Atoraciones de abril.

No sé qué me pasa,
o si lo sé, pareciera que no quiero saberlo
o si quiero saberlo,
no logro entenderlo,
o si quiero saberlo,
debo aprender abrir bien los oídos,
aguzar la mirada,
expandir el entendimiento.

Pero no sé qué me pasa,
que ando enojada todo el día,
con la mierda en el gaznate,
queriendo lanzarla fuera,
a quien sea,
a quien se asome.

Pienso y pienso ¿qué me pasa?
y digo ¿será por abril?
porque ya no hay vuelta atrás y faltan cinco días para cumplir años,
para ser un año más grande.

¿Será porque con abril viene revoltijeada la cosa?
Y en el revoltijo a veces,
veo este cuerpo, el mío
y no lo reconozco,
logro ver a la persona que está dentro del cuerpo
y la conozco y reconozco,
pero a veces envuelta, guardada, escondida en ese cuerpo,
la pierdo,
desconozco, pierdo.

Sólo tengo imágenes de la persona con cuerpo de niña,
a lo más de adolescente,
la memoria no me deja sumar fotografías de los otros tiempos,
aquellos no tan felices
y dale con la infelicidad,
en qué adoleces infelicidad me preguntas,
si te contara,
si abriera realmente mi corazón y te contara,
no sé si nos daría el tiempo,
tampoco sé si de tanto hablar me asfixiaría en mis palabras,
en recordar las frases de esas palabras,
si serías lo suficientemente fuerte para escuchar
y para contener,
para contenerme mientras disparo las palabras transformadas en frases.

Aquello de lo que duele,
mejor mantenerlo oculto, guardado, bajo candados,
que no salga o si lo hace,
bajo prescripción médica,
de un abrazo,
de quien realmente sepa contenerte,
protegerte, ayudarte, guiarte,
quizás demostrarte que no todo es como parece, 
que no todo está tan negro como se ve,
que podría volver a brillar el sol,
a mirar los colores,
sentir los aromas.

Ser más grande,
en edad y en tamaño,
en vida recorrida
y en los malos sentimientos que se atoran 
y a veces se quedan hasta que los escupo.

La vejez,
que no la siento como tal,
sino más bien en el tiempo inútil que pasa alrededor mío,
mi tiempo inútil que pasa alrededor y se aleja,
se aleja y se aleja.

Demasiado cerca, a veces,
se queda la suma indebida de malos sentimientos,
aquellos malos pensamientos,
sentimientos negros,
que nublan el corazón,
no dejan que brille el sol,
que sientas su calor,
que veas los colores y olorisques aromas.

No pretendo ser santa,
esos tiempos ya los superé,
pero al menos limpiar mi alma de todo lo negro,
de todo este atragante que no me deja en paz.

Porque es falta de paz lo que tengo quizás,
sentirme sumida en una jaula,
de rejas transparentes,
pero que no me dejan escapar,
necesito salir, escapar, liberarme, 
ser libre otra vez.

Rejas con miedos e inseguridades de otros,
pesan sobre mí,
que nunca he sido cobarde,
siempre he ido de frente,
quizás demasiado
hasta tildarme de loca, 
quiero escupir los miedos de otros,
las inseguridades de otros,
soltarme y saltar de rejas transparentes,
pero igual de opresivas,
que me tientan a salir 
y en el acto me reprimen.

Necesito volar, irme, marcharme.
No escapar, ni huir,
necesito irme, marcharme,
viajar, salir, viajar, salir,
conocer otras partes,
otros lugares,
respirar otras personas,
oler otras historias,
escuchar otros susurros.

Necesito viajar, marcharme, volar....

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