martes, 23 de mayo de 2017

De crónicas sanitarias:

La ruta del baño.


Por Colomba Orrego.
Todo comenzó cuando mi padre en tono enojado, nos decía: “si sales de la casa y no fuiste al baño, no pongas caras después”, altisonantes consejos paternos emitía, cuando alguna de sus tres hijas ponían pese a todo, cara y cuerpo de “me estoy menando o cagando”, acción que quedaba inactiva en un santiamén, al ver la cara ogro paterna y por supuesto la necesidad se evaporaba.
Y sin embargo, nunca logré hacer comprender a mis esfínteres, que no deben multiplicarse. Porque soy de las que pese a que antes de salir, va al baño, una vez en la calle, seguro me estaré meando.
Cuando fui ni tan grande y menos independiente, contaré en secreto, que un par de veces de paseo con mis padres y sabiendo la cara de ogro de mi padre si mencionaba “me estoy meando”, tuve que hacer de mis calzones y pantalones, mi baño. Nunca por suerte, en la falda, ya que el líquido me habría delatado. También pasó en la versión “del dos” que no contaré porque nunca tanto.
Pero todo mejoró en la adolescencia, todavía vivíamos en Guadalajara, Jalisco, México, lo cual significaba un plus en este sentido, porque ahi podías solicitar el WC y nadie te hacía shows, ni miraba feo.

No juzgo a mi padre, ni cosa parecida, más que mal fuimos educados de distinta manera jajaja. Él muy apegado al “Manuel de Carreño” y nosotras más bien al “Así se forjó el acero”. Pero los que leyeron el primer libro, como que sabían o sentían o les habían dicho, que era mal visto, mala educación, pedir los baños ajenos, externos, desconocidos.


Pero como comento en Guadalajara de mis amores, que a saber si eran o no bien educados, aunque todo indicaba que sí, siempre tuvieron a bien prestármelo ya fuera en la vía publica y entrando a un restorán, librería, escuela, universidad, banco, fuente de soda, jardín infantil. Porque debo confesar que mi necesidad de mear o “del dos” ha sido siempre tan imperiosa, que la diversidad de lugares –con baño-, que he tenido a bien conocer, hacen de mi una “catalogadora de éstos”.

En Guadalajara y así también en Ciudad de México, siempre tuve suerte y fortuna. Las personas que me lo prestaron, no me miraban con cara de asco, o con rostro de “desubicada” y tampoco pensaban si estaría del remate y a pesar de ser güerita y alta, era bien naca, mal educada. Me lo prestaban y punto, no pedían dinero a cambio. Y casi todas las veces, el WC contaba con todos sus implementos para denominarse como tal.

Saltándome un tanto la cronología del relato, confieso que así también me ocurrió en las veces que he estado fuera del país. Tanto en Argentina, Buenos Aires y Mendoza, como en Cuba, La Habana, Varadero.

Porque las cosas sean dicha correctamente “mear” es un derecho human@ que nadie puede privarte. De hecho está más que sabido que hacerlo, en las ocasiones que sea, ojalá muy seguido, implica que gozas de salud. Y en cambio, aquella costumbre de incitar a los niñ@s a que se lo aguanten, les digo, es muy dañino para la health.

Sé que mucho de “Manual de Carreño” hay en estas restricciones, porque he observado atentamente a mis amistades y las que lo han leido o susurrado, sean hombres, mujeres, terceros y cuartos, no pisan un baño, a menos que sea el de su casa. Y pues no está bien, no diré “bien por ellos”, pero tampoco me meteré en su intimidad. Sé que en el caso chileno del tema, es un asunto del que deberíamos hablar, esto de tener la libertad de ir al baño cuando se me frunza y sobre todo cuando “me meo o me cago”. Pero tendríamos que leer y analizar la carta fundamental de los derechos humanos y sabemos que lamentablemente en este país, la educación cívica la retiraron de la educación básica y media, hace un buen rato. Y ahora que la repongan, tendremos que esperar doce años a que los jóvenes se ilustren, si no lo hacen sus padres en sus casas. Y la verdad no sé si tendré vejiga para aguantar tanto tiempo.


Fue así como pensando en mis cuitas digestivas versus servicios sanitarios, surgió la idea de crear una “Ruta del baño”. Porque sé que aunque no lo digan, no se atrevan a confesarlo a viva voz, tod@s en algún momento de la existencia, hemos cruzado por esta situación. Pero tranquil@s, no es necesario que confiesen nada, sino que más bien les proporcionaré un detallado informe sobre los WC que están a la vista, los que no, cómo llegar a ellos, etc.

La historia y los datos.
Todo comenzó una tarde de otoño, de hace algún tiempo, en el que marchaba con amigos por las angostas Alamedas y llegaron los pacos y el miedo se transformó en terror, porque le tengo pánico a los verdes y al salir corriendo con algún rumbo, percáteme que me estaba meando. Miré para todos lados, en busca de un WC porque ya no solo tenía que salvar mi pellejo sino que también mis calzones y pantalones. Fue así como en pleno Paseo Ahumada, descubrí los “baños públicos” que de lo segundo sólo tienen la cantidad de personas que en el subterráneo te encuentras. Ya que uno antes, dígase los nacidos en el siglo XX, pensábamos que público era igual a gratuito, pues ya sabrán que no es así la cosa y en este caso, que además era de doble urgencia, menos. Entonces para salvarme junto a unos amigos, entramos al WC de Paseo Ahumada pasado Moneda y pagando $300 pudimos salvar el pellejo y yo aproveché además de mear. Los que no tenían la necesidad, obviamente no pagaron y después quedamos todos atrapados en el subterráneo porque los de abajo sintieron miedo de los de arriba, que se habían mezclado con los de abajo, pero era imposible identificar quién era quién. Entonces nos quedamos ahí.


Después vendría el caso que se multiplica por mil, en el que salí hacer diligencias (sin caballo) a Providencia. Dígase a Ricardo Lyon con Nueva 11 de septiembre. Ya había hecho de las mías, pagado, comprado, mirado, observado y me estaba meando, con posibilidades de lo otro también. Entonces pensé ¿A dónde voy? Dos posibilidades dependiendo el bolsillo:
– Baño público y en esencia de Mall Panorámico.
– Ingreso a la cara de palo a Burger King.
– Idems a McDonald’s.
– Susurrando “me cago” con cara de “es cierto” Pizza Hut.


Como soy elocuente, la cara de “ya no doy más” cual si estuviera pariendo, siempre me ha resultado el último recurso para alcanzar mi objetivo y si es cierto, que generalmente ocurre, no existe todavía persona que quiera ver lo que sucede si no lo presta.

En los barrios altos, dígase de Tobalaba para arriba, ya sea ruta Vitacura o Apoquindo, la cosa se pone más difícil, porque los fifi, te barren de arriba abajo y cuesta más convencerlos que todos somos iguales, el derecho al baño como carta fundamental y bla, bla. Para esas lides es mejor asegurarse en algún Mall que esos barrios tienen uno por cada mil metros, así como nosotros farmacias.
Lo otro, que me ha resultado excelente y he aprendido mucho sobre las injusticias, son los supermercados. En una época era la casera del NO baño que tenía el ya legendario Unimarc, de Manuel Montt con Alférez Real, que ahora volvió pero en versión subterránea. Uuu si mi trasero hablara, las cosas que contaría. Las ínfimas condiciones sanitarias y qué decir de los lugares de “descanso” y “almuerzo”, pero bueno, eso es tema para otro día.

Eso sí que en los supermercados que no tienen baños, porque algunos como el Líder de Irarrázaval sí lo tiene. Hay que poner cara de parturienta mezclada con caca, porque como la realidad paralela es bastante tétrica, nadie quiere que salga a la luz. Pero todo es posible, soy testigo.
En los restoranes de cuarta, segunda y primera categoría, aunque te miran como bicharraco nauseabundo, raro e infame, si pagas, casi que te limpian el poto. Así que hay que intentar descartarlos. A menos claro, que estés consumiendo sus productos y ahí, o sea hay que ocuparlo sin miedo.

En los barrios centrales, centro, para no hacerse la patijunti y decir que son los “barrios bajos”, porque esos son los que carecen de altura tamaña. Las aventuras en busca del WC, hay que confesar que es donde mejor me ha ido. Por un lado, los hoy modernos baños públicos, previa paga, que son caros pero son limpios y tienen todos los implementos. También están los McDonald, que siempre están tan llenos que no saben quién está comiendo, robando, sentado o en el WC. Eso sí que suelen estar en los subterráneos, así que hay que entrar como si uno conociera el lugar desde el nacimiento.
Por mis artes, he conocido el baño del Correo Central, de lo que fuera la Vicaría, la de la librería Manantial, los cafés que están antes de la Catedral y ya encaminándose por Ahumada, Estado, con una buena actuación no hay quien te niegue el baño. Y ahí nadie te pone caras, porque si hay un lugar en Santiago (de regiones ya contaré) donde uno se siente perteneciente a algo, es el centro. Ahí somos todos iguales o al menos, con tanto educado inmigrante, todos te saludan, son amables. Una poesía.

En materias de regiones, sólo conozco Concepción y Talca. De los primeros como en esos entonces vivían mi sisterna Manucita y su novio y nos movíamos por las cercanías de su casa, no tuve necesidad de solicitar y por suerte, porque gente más pesada, fascista y desagradable, con ínfulas y una ciudad que se cae entre terremoto y calles todas rotas, se ganan el premio mayor. De Talca, que conozco la city gracias a mi amiga querida Paola y el campo, gracias a mis padres adoptivos los Acuña Moenne. De la city debo confesar que a donde fui, visite el WC y no tuve problemas. Y digamos que caminamos y comimos y bebimos, por lo que tuve a bien necesitarlo bastante. Sin quejas.

Y para el final lo friqui.
En materia de gorazos, dígase chascarros o momentos que uno quisiera olvidar, puedo narrarles mi aventura en una sucursal de Laura R., que fue realmente siniestra. Ocurriose que iba camino a casa, pero ya me andaba, era tal que sabía que no llegaría a destino, entera, si no paraba en un WC. Entonces como siempre saludo a las vendedoras, explotadas, de Laura R., monamente las saludé con más entusiasmo que en otras ocasiones. Ellas amablemente respondieron al saludo y les largué la consulta con cara de “urgencia”. Obvio que no tuve que alargar mucho mi spich porque ipso facto me pasaron el baño. Y cuando me estoy levantando de la taza, frente a éste un espejo y tras de mi HORROR “el retrato Presidencial de Augusto Pinochet”. Casi me desmayo. Desde ahí que no compro en esa pastelería, pero bueno, cada quien mezcla lo que quiere combinar.

Y bueno por ahora creo que eso será, seguiré sumando datos para darles y si ustedes quieren y les parece, podríamos hacer una recolección de útiles informaciones sobre la ruta del baño. Se recibe toda información al respecto.

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