viernes, 5 de febrero de 2016

Las fotos.

La primera vez que tomé conciencia de las fotografías, 
fue en un documental justamente sobre los fotografos chilenos que preservaron la memoria y la injusticia por las violaciones a los derechos humanos,
en particular me marcó la historia de una mujer, a quien le detuvieron y desaparecieron a casi todos sus hijos, una nuera y a su marido.
Me marcó escucharla decir que casi no tenía fotos de sus familiares desaparecidos, esa idea, la sensación de no tener más que la memoria, nada más y nada menos, pero un cierto frío cubrió la piel pensando e intentando ponerme en el lugar de esa señora y su temor de un día olvidar los rostros de sus seres queridos o los momentos de felicidad vividos junto a ellos.

Y no es que por esa situación me puse como loca a tomar fotos de mi familia,
pero en cambio valoré lo que ya existía
e intente cuidarlas del paso del tiempo.
Es por eso que cada día voy descubriendo y entendiendo el valor de las protecciones para las fotos, el tipo de papel que las guarda, para qué sirve tener una foto enmarcada en vez de simplemente pegada con chinches en la pared.

Hace unos meses atrás puse una foto de mis papás en una suerte de altar que tenemos en la casa, es de las pocas fotos que tenemos de ellos dos. De ellos en los años que vivimos en México. Esos tiempos en que cierta alegría iluminaba sus rostros pese a todo, están juntos y en ese momento en particular estamos mucho más juntos porque mis abuelos o mi tio, hermano de mi papá nos visita en Guadalajara. 

Decidí  poner esa foto porque los dos salen muy lindos, más jóvenes, con sus caritas de sonrisas lindas, no resolutas de dicha pero lindas. Y la colgué con chinches, sobre los marcos que rodean las ventanitas de la galería. Y por tanto, a medida que pasó el tiempo, días, semanas, comenzó a vislumbrarse parte de los por qué existen los marcos, el vidrio, el cartoncito tras de la foto y quizás también el passepartout que suele rodear las fotografías. 
Lo que pasa es que mi papá que era un amante de las fotos, 
como historiador que era, 
todo lo que oliera a antiguo, histórico, pasado en años, 
era recolectado, archivado, guardado pero nunca olvidado en alguna carpeta o caja de su pieza. 
Así es como con todas las fotos o imágenes que fue encontrándose a lo largo de su vida, las que decidía colgar en la pared, 
eran pegadas a un cartoncito como protección, con resistol. Un resistol cualquiera, de colegio casi, el conocido como "cola fría", el líquido blanco, era su técnica y mientras vivimos con él, así lo hizo y así funcionó.

Pero esa foto, pegada a un cartón, con el usual resistol,
que traspasó el tiempo, que volvió de México, que quedó guardada en una carpeta y que cuando ninguno de los dos estuvo vivo (papá y mamá) llegó a mis manos y decidí ponerla en el altarcito, al estar colgado detrás de una ventana por donde se filtraba la luz, esa luz atravesó el cartoncito, llegó hasta donde estaba el resistol y al mirarla de frente, unas motas de color radiación solar adornaban, iluminaban los rostros de mis padres.
Como soy supersticiosa a morir y creyente en mis creencias, pensé que era un proceso divino, que de alguna forma mis papás se comunicaban con nosotros, que las motas de color rayo de sol, eran un mensaje subliminal, iluminado y celestial. Pero al  mirarla también por el reverso, descubrí lo que realmente era.

Un tanto aterrorizada rememoré a la señora madre y esposa de un marido y casi todos sus hijos detenidos desaparecidos, quien tan solo poseía una foto de cada uno de ellos y que las guardaba como su tesoro más preciado, entonces me dije: "si no hago algo pronto, esta foto desaparecerá".

Finalmente logré aliviar el desazón exagerado de mi alma, 
compré un vidrio, un cartoncito que sumado a la foto,
presionados los tres con unos clips grandes, 
uno de los cuales con una de sus patitas levantadas para colgarlo de un clavo y desde ahora, desde el mismo lugar, contemplar la misma imagen, sabiendo que el deterioro no volverá.

Ahora me siento en paz con mis fotografías, 
con la fotografía de mis padres, 
de esos padres sonrientes un poquito, hermosos, jóvenes. 
Me alegra pensar que de alguna manera pude ponerme en el lugar de aquella madre y esposa de detenidos desaparecidos y con ese mismo temor y enfriamiento de piel,  atiné. Agradezco los conocimientos obtenidos a lo largo de la vida, en materias de conservación y preservación de papeles y fotografías, ya que gracias a todos ellos estoy protegiendo aquello que tanto amo. 

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