jueves, 15 de marzo de 2012

... ¡¡¡ Tía MARINA ¡¡¡


Los arrepentimientos no entran en esta página. Por más que los pensamientos me lleven a todo lo que no hice, lo que no le alcalcé a decir, todas esas cosas que le ocurren a las personas cuando querían, debían, tenían y al final nada de nada.

Querida Tía Marina,
Usted realmente hizo del regreso laboral a mi colegio, la mejor parte. Con su sencillez, simpatía, con la gracia, los chistes que nos contábamos, como respetuosamente nos reiamos de tanta gente. Cuando nos cambiamos de sede y estuvimos todos esos meses con los cabros chicos, realmente creo que fueron los mejores tiempos en esa mala idea de trabajo que tuve. La compañia de los mocosos con mocos, la de Mónica y por supuesto la de usted.
Cuando nos encerrabamos en nuestra hora santa y privada de almuerzo, que más parecia fiesta gastronómica y la Tía Anita quedaba cucha de por qué pasábamos tantos buenos ratos simplemente comiendo. Los programas de TV que veíamos a esa hora santa, esos programas horribles que le gustaba Tía, realmente usted si que tenía valor moral para aguantar cada cosa............ 

Y su amorosidad llevada a la máxima de las máximas, esos huevitos maravillosos y deliciosos que traía de su campo, las verduras, los tomates más rojos y deliciosos jamás nunca vistos, menos probados. Tanta dulzura mi querida Tía Marina, tanta, tanta dulzura.
Entonces pienso en que no le retribuí de la misma manera su generosidad.
Que debí llevarla más veces al doctor.
Al oculista ¿se acuerda cuando fuimos a esos barrios que usted no conocia? y después usted a mi a los que yo no sabía si quiera que existian.
Querida Tía pese a que no nos vimos nunca más, le diré que la recuerdo nitidamente. Recuerdo su carita, su cuerpito bajito de piel dura y firme. Como subía y bajaba las escaleras del colegio con sus herramientas de aseo como si fuera una quinceañera, gracil, rápida a pesar que las dos sabiamos que ya le dolía hasta el alma, que más bien debería estar en su Lampa querida, con su amado Carlitos, disfrutando de la vida, de los perritos, politos, huevos, hortalizas.

Ay mi querida Marina,
esa pena que surge cuando se sabe que ya no tendrá sentido ir al colegio porque usted ya no estará,
entonces uno quisiera volver el tiempo atrás y hacer lo que no se hizo en el momento.
Tan cerca que estábamos.
Pero no qiuero pensar en los peros irremediables porque eso son y en vez, recordarla, recordarla tal y como la última vez que nos vimos. Rememorar las tardes encerradas en la cocina, las conversas, las historias de su familia que compartió conmigo. Tomarnos un cafecito, un pancito de esas delicias que usted misma hacía en su casa y que traía para que disfrutaramos y después rodáramos.
Gracias eternas linda Tía Marina.
Porque es una gran persona, un luminoso ser que vamos a extrañar siempre, siempre, mucho, muchisimo, eterno.

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