sábado, 26 de noviembre de 2016

Para tí, Fidel Castro.

Lo supe casualmente hoy en la mañana,
la desazón comprobada que,
Fidel Castro, mi Fidelito querido, había muerto.

la tristeza ensombreció todo,
porque Fidel Castro, 
no tan solo es un hombre,
un líder, un ejemplo,
sino que también e infantilmente,
carga con la mochila de haberse transformado,
a través de la imagen que mi padre nos heredó,
sino como un otro papá,
sí el ser universal que nos protege.
Será de tanto amor que mi padre le profesó siempre,
amor, veneración, imágenes, historias,
las historias, hazañas de la materialización de la revolución cubana, 
el viaje que mi padre hiciera a Cuba para recorrer también, décadas después, la Sierra Maestra. 

Fidel en nuestra vida siempre,
como un pariente más de la casa,
de la familia,
un puesto en la cotideanidad de la existencia,
sumado al hecho no menor,
que ambos nacieran un 1926, 
la admiración de uno a por el otro,
inevitablemente creció la sensación de doble protección en esta vida: mi padre Andrés Orrego y Fidel Castro.

Una maravillosa vez lo divisé muy, muy cerca en Buenos Aires,
con su altura, su barba, vestido en verde olivo,
aquello que sientes un orgullo,
una alegría inmensa mientras el corazón se sale por el pecho. 

Un orgullo y devoción heredado de padres a hijos,
que hoy en más quizás,
rodea el alma al son de hondo abandono,
otro más que se va
nuevamente, 
experimentar la historia de vacío,
de soledad.

Y sé que más temprano que tarde,
volveré a levantarme y continuaré este camino,
pero por ahora,
me quedo con las siempre amigas nostalgias, memorias, añoranzas, en la pena, honda pena, dolor, de saber muerto a Fidelito querido.

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