domingo, 28 de junio de 2015

Esencia de amistad.

Ayer pensaba mientras mi mente vagaba,
que curiosamente,
he vuelto a esos tiempos en los que las horas pasaban a mi antojo,
en el antojo completo de la soledad,
del tiempo a mi disposición,
de hacer y deshacer a mi parecer.

Por un instante sentí algo de nostalgia,
por aquellos indescriptibles momentos,
en los que tuve amigos con los cuales compartir esos sucesos,
pero ni bien esa idea pasó de largo por mi mente,
recordé que nunca fue tan así,
que en realidad,
nunca he tenido "la esencia" fundamental de un amigo.

Y quizás en realidad siempre lo he tenido,
a mi lado,
invisible porque buscaba a ese amigo afuera,
fuera de la casa,
del círculo más íntimo,
porque en realidad la única persona que existe en la "esencia" de la amistad,
es mi hermana Manuela.

El resto son intentos mentales míos que no llegan a concretarse.
Todo esto vino porque Manu iría hoy invitada a ver a sus amigas
y pensé que a mi hace mucho, hace nunca, hace tiempo,
que nadie me llama, localiza, para invitarme a ninguna parte.
Y sentí un poco de nostalgia,
nostalgia ¿de que? ¿de lo inexistente?
Quizás nostalgia de lo que no se tiene,
de lo que se extraña sin siquiera tenerlo.

No tengo amigos,
amigos de verdad,
perdí a los de México porque pasó demasiado tiempo
y ellos no eran lo que pensé,
porque ellos eran mucho menos de lo que yo los idealicé,
porque eran demasiado simples, demasiado ignorantes,
para entender nada, para anteponer el cariño, la amistad, los verdaderos valores, que su ombligo, que sus pequeñeces.

Pero finalmente ningún amigo en el horizonte,
un amigo de verdad,
para siempre jamás,
de los que darían todo por tí.
Al menos no en este mundo,
no si lo busco fuera de casa,
porque tengo a la Manu y espero que sepa que ella me tiene a mí.

Y después de ordenar los sentimientos,
aclarar las nostalgias,
descubrí que lamentablemente este estado de soledad perpetua,
que no me pena,
sino que reconforta,
es el ideal,
es el cómodo e ideal,
donde no hay sufrimiento,
donde no dejo entrar a nadie si realmente no quiero tomarme la molestia de recibirlo,
de recibirlo, atenderlo, quererlo.
La libertad absoluta de rodearme de quienes quiero y si no, no,
de querer atenderlos, quererlos, cuidarlos, mimarlos y si no, no
y saber que quizás fluya, quizás no
e intentar dejar que las cosas pasen,
duren el tiempo que puedan
y después seguir con la vida en soledad, agradable, a mi ritmo, mi tiempo, mis circunstancias, la música, el cine, los árboles, los gatitos y perritos, la Manu, yo y nadie más. 

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