viernes, 19 de septiembre de 2014

Mi querido primo Andrés.

Esas cosas que ocurren por algo,
descubro que hoy se suma un cumpleaños más y menos,
de mi querido primo  Andrés.
Mi largurucho y querido Andrés,
con el que viajé fuera de Chile por primera vez,
el que me prestó abrigo, oreja, abrazo y sobre todo amistad.
Quizás porque en su destino estaba el irse pronto,
marcharse y dejarnos a todos, todos, con la tristeza de su ausencia,
con el vacío de su humanidad,
de su bella persona que se alejaba, se evaporaba.

Mi querido primo,
mi querido Andrés,
del que por supuesto estuve siempre enamorada,
pero era tan linda nuestra amistad,
nuestras complicidades,
nuestras pequeñas pasiones y soledades,
que para qué jugárselas con un otro, nada,
además que yo sabía que él me quería,
me quería, estaba, me cuidaba, me quería,
era el mejor amigo,
porque aunque ninguno de los dos lo supiéramos
¿no lo sabría él desde lo más hondo? 
aquella certeza rondando el aire.

Agradezco tanto haberlo encontrado, conocido y me brindara su amistad,
para tener una nueva breve certeza, que existe,
que se siente, que es hermosa la amistad,
que lo que yo sentía era real
y que se podía entregar,
quizás, sólo a seres azules como él,
los que están por marcharse....

A los amigos verdaderos que tienen el destino escrito
y que dice que se marcharán,
que no estarán para siempre,
su estadía será breve,
porque son seres azules,
especiales, únicos,
angelitos de la guarda.

Entonces fuimos amigos,
el mejor amigo heterosexual que he tenido,
el único, 
que me abrazaba,
consolaba, protegía, 
que me daba su mano grande, amplia, blanca, en donde mi mano grande, pequeña a su lado, blanca, quedaba oculta entre esos dedos largos, hermosos, blancos, amplios, grandes.
Me abrazaba con sus brazos largos, delgados, blancos y cubría mi espalda y yo quedaba agradablemente atrapada entre sus brazos largos, delgados, blancos, más su pecho, de espalda amplia, que siempre olía a ropa limpia, perfume agradable.

Me siento sola, vacía, por la ausencia de mi querido primo y amigo Andrés,
el único amigo de verdad,
que no necesitaba un día, un homenaje,
una excusa para estar, para conversar, 
tomarnos una Coca cola, echarnos unos flatos bien sonoros, 
contarnos nuestras intimidades personales, nuestros vacíos y carencias, abrazarnos, sentir que la otra está para el uno y el uno está para la otra.

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