domingo, 27 de octubre de 2013

Tres meses, mamita....

Dispuestas alrededor de la cama, nosotras sus tres hijas, en la cabecera, a su lado, tomando su mano, tocándola suavemente, acariciando su rostro, su cabello, uno y otro brazo y la luz del atardecer que comenzaba a filtrarse, atravesando la cúpula de la iglesia del lugar, cruzándose por la ventana, cayendo sobre su rostro dormido. El cielo, que había permanecido gris, frío, como es habitual en el mes de julio, unos instántes antes de las seis de la tarde, se abría dando paso a este rayo de luz, luz intensa, blanca, y a la vez suave, tenúe, cálida. La luz divina que tendía su manto protector, para recibir a nuestra madre, que estaba muriendo.

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