lunes, 16 de septiembre de 2013

Este septiembre...

Toda la vida me he caracterizado por ser una persona intensa, quien cree que los sucesos de la existencia, no se dan por casualidad, sin pecar tampoco de excesiva superticiosidad, si lo suficiente, pero será más bien a raíz del mundo en el que me tocó nacer, con los padres que he tenido, la familia que me rodeaba, lo que hace que me tome los hechos, situaciones, sensaciones, en un tono más serio de lo normal, que le de más importancia a cosas, que para otros, pueden sonar excesivos.
 
Y con todo lo anterior, la llegada de septiembre, en este 2013 ya de por si extremedamente simbólico, por conmemorarse 40 años del golpe militar que derrocó el gobierno de Salvador Allende y con ello el fin del programa de gobierno de la Unidad Popular, en la que mis papás Andrés y Blanca, trabajaron junto a muchos otros chilenos, con todo el corazón, las esperanzas, la felicidad absoluta, de encaminarse hacia un mundo menos peor y más justo para todas y todos. Pero que cinco años antes de esta conmemoración mi papá, Andrés Orrego Matte, murió. Y en esa muerte quedaron en suspenso, en la nebulosa más absoluta, miles de sensaciones con respecto al sentido de la vida, a estar donde vivimos, a si estábamos realmente en el lugar correcto para vivir. Un vacío enorme, que dejó su partida, todas las palabras, abrazos, cariños más, que me hubiera gustado, tanto, tantisimo, tanto, prodilgarle, repetirle hasta la cursilería lo mucho que lo amo, que siempre lo he amado, aunque nuestra relación fuera difícil, porque no queriamos entender que somos dos gotas de agua, intesas, energéticas, irracibles, insoportables....
 
Y como por ahí dicen, las cosas malas llegan todas juntas de sopetón y después se van, se calman y te dejan con el peso de todo ese remezón para que veas qué hacer. Así fue como dos meses previos a la conmemoración por los 40 años, el viernes 26 de julio a las 18 horas, mi madre, Blanca Sánchez Reyes, murió.
 
Y es en ese momento vital, crucial, terrible, en el que comienza realmente toda esta historia, reflexión, sentir. Porque finalmente lo que somos "las tres gracias", las hijas de Andrés y Blanca, es el resultado de la vida que nos dieron, sus enseñanzas, su cariño, lo que nos entregaron, lo que no, todo lo que vivimos a su lado. En esa vida que tras el quiebre de la Unidad Popular y el comienzo del fin de nuestra familia enorme, amplia, la familia paterna, que los confinó al exilio a distintas partes del mundo. Crecer, desarrollarse, ir lentamente (en mi caso) convirtiéndome en persona, en adolescente, mujer, en un país que no era el de mis padres, ni el supuesto mío, sino que México, el lugar que se convertiria en el eje central de mi corazón y vida...
 
Desde donde por elección o decisión de mis padres, tiempo después dejaríamos para regresar finalmente a Chile y en ese retorno todas las consecuencias que tendría nuestra vida. Pero una vida en la que siempre, siempre, siempre, pensé que sería por siempre jamás, en compañia de mis padres. Que eran los que querían regresar, reencontrarse con el Mapocho, las empanadas, su cordillera y todos esos momentos congelados en el tiempo y que aluden al lugar en el que viviste los mejores años de tu vida, niñez, juventud, aunque en México también los tuvieran, pero que yo desde Chile, en mi retorno, entiendo ese extrañar de lo inmaterial como los olores, las sensaciones, el color que se siente más hermoso, más colorido allá que aquí, que el agua, las frutas, verduras, todas las comidas son más ricas en México que aqui, la gente, la relación con ellos, el vínculo estrecho e indisoluble, es más real en Guadalajara que en Santiago y así suma y sigue.
 
Pero ocurrió que "las tres gracias" llegamos a los 40 años de la conmemoración del golpe militar, sin nuestros papás, sin Andrés y Blanca, sin los responsables del regreso a este país donde viviriamos por siempre jamás, juntitos, aclanaditos, pegaditos como lo hicimos en México, como en cualquier parte, por siempre, siempre jamás. Y que como otros instantes-distantes de la vida, mi vida, no se cumplieron como debía ser.... recuerdo aquella noche años, añales atrás, en Guadlajara, conciente ya del sentido de la muerte, solicite a mi Dios personal, que jamás de los nuncas permitiera que mis papás murieran o que al menos, no me permitiera vivir en este mundo sin ellos, que para eso antes me llevara a mi primero....
 
Y reflexionando sobre este 11 de septiembre del 2013 tan simbólico como suma, sin mis papás, sentí que la vida junto a mis padres, las aventuras vividas en toda la extensión de la palabra, todas producto de habernos marchado de Chile con rumbo a México, ese cambio, no era otra cosa que un "nacer - renacer" una y mil veces como "Los cinco" que somos, que seremos, que nunca "éramos" ni "fuimos" sino que "somos - seremos" en "presente".
 
Nacer de las cenizas incendiadas de La Moneda, del sueño de la Unidad Popular, mi papá sin trabajo, viviendo en Buin el tiempo que fuera "los cinco". Partir a Colombia, después a México, siempre juntos, como la familia que somos. Salir adelante de las adversidades varias, el acomodarnos en Colombia, después en Ciudad de México y finalmente en Guadalajara por espacio de 12 hermosos años y después quemar la nave y viajar de regreso a Chile, presenciar el desmembramiento de la familia de México, de la idealización de la vida más deliciosa posible y tratar, luchar, lograrlo a medias, poquito, un poco más y quizás casi por completo en Santiago en cada uno de los espacios: Arturo Claro, Moneda, Rosal, Valenzuela Castillo. Adversidades para dar y regalar como la vida misma, como la particular familia de "los cinco" que somos, locos, exaltados, maniáticos, insoportables, dictatoriales, pero finalmente familia. O al menos mi familia, "mis cinco", mis "tres" ya que de las tres hijas, he sido la que de los 44 años de vida que sumo y sigo, los he vivido junto a mis "amados padres".
 
Y ahora que no están y que la sola idea, el pensamiento, me duele la guata, el estómago, se remesen las añoranzas, los pensamientos, las nostalgias que me llevan volando a tantos lugares, momentos, olores, tristeza, mucha tristeza y al mismo tiempo la alegría de sumar que más no sea 44 años de historia junto a ellos. Que por supuesto no me es suficiente, porque los quería inmortales, a mi lado para siempre, para seguir en este mundo, en este país, en esta ciudad a veces inospita, fría e individualista, que siempre así antes no importaba tanto proque estaban ellos, que siempre, siempre, lanzaban la cuerda, la mano, la ayuda, el saber que por el simple hecho de tenerlos, de saberlos cerca, en esta tierra, todo, absolutamente todo iba a ser menos peor.
 
Pero ya no están. Y es que ahora la vida, la historia, la vida con ellos, mi historia con ellos, la de mis hermanas con ellos, se torna diferente, solitaria y el estar aqui, en este país, ciudad, casa, barrio, todo, absolutamente cobra un sentido distinto, un sin razón absoluto, que me hace perder el norte, querer realmente perderme del norte, del sur, no estar y simplemente ir hacia donde ellos....

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