martes, 22 de diciembre de 2015

En Rumania.

De pronto estoy en un lugar rodeado de cerros enormes y majestuosos de tierra roja, cerros, montañas rojizas, rojos dorados y delante de ellas, edificaciones antiguas algunas derruidas pero enormes, con columnas sólidas. Todas hechas de piedras, piedras grises, que contrastan con el rojo de las montañas. No sé con certeza dónde estoy. Continuo caminando admirando y observando tanto edificaciones como las montañas. La luz es de día, no hace calor, el clima es agradable.

Caminando llego a otras edificaciones, una enorme, majestuosa, de piedra gris que tiene una galería sostenida por pilares solidos y gruesos. Recorriendo el pasillo descubro habitaciones donde hay mucha gente reunida. Personas comodamente sentadas en mesas de madera con bancas del mismo material. Las hay largas y cortas. Y en ellos agrupaciones masivas u otras más pequeñas. Me siento en la que primero veo. Hay gente que conozco y no reconozco. Hasta que de pronto aparece un hombre, vestido con un abrigo que le hace juego y combinación con una amplia bufanda que rodea su cuello. Me pone tan feliz verlo, pero disimulo, él se sienta a mi lado, al principio no me hace mucho caso y yo contenida no actúo como naturalmente lo hubiera hecho. Al parecer a él le interesa una mujer de la mesa, una que está frente a los dos. Entonces le digo: "deberías hablarle en inglés, se nota que no habla español, hablale de tus pinturas, del arte, seguro le encantara". Entonces ahí recién el hmbre voltea a verme y me responde "y por qué hablarían inglés en Rumania". Y contesto: "porque tiena una cara de ser una actriz de hollywood, de las antiguas y elegantes actrices norteamericanas". A lo que también me interroga "¿y tú qué haces en este pais?", "vine a conocer la ciudad de los vampiros". 

El hombre ha ido a conversar con la gringa, aprovecho de observar a los  otros comensales, tratar de averiguar quienes son. Pero la vista vuelve a poner atención en la escena de él y la gringa, ella no lo pesca, menos lo escucha. Entonces él vuelve a mi, está un poco achacado asi que le echo hartas flores y le digo que la gringa es muy tonta de no haber puesto atención a lo que le contaba. Ahi el hombre, gira completamente el cuerpo hacia mi y comienza a preguntarme de la vida, qué que hago ahí. No sé que estoy  haciendo en Rumania. En una Rumania al parecer devastada por una guerra antigua, ya que las edificaciones, sus arquitecturas semi derruidas toman sentido y descubro que lo más probable es que sean ruinas de una guerra lejana, de un bombardeo que tan sólo dejó algunas ruinas, las columnas sólidas, rigidas y estables.

Pero en realidad lo que me produce más alegría es estar al lado suyo, que me converse, me dé atención. Sin lugar a dudas la sensación de alegría por el reencuentro, me hace tremendamente feliz. 

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