miércoles, 12 de noviembre de 2014

La culpa en la memoria.

Muchas veces me he preguntado 
¿cuanto habrá de culpa en la memoria?
¿Por qué la muerte de mi padre, me duele menos que la de mi mamá?
¿Por qué rememoro cada 26 a ella y no cada 3 a él?

La lejanía en el momento de la muerte ¿tendrá que ver?
El haber vivido paso a paso la descomposición de mi mamá,
sentir cierta cuota de culpa,
de aquel discurso que repiquetea en la mente de tanto en tanto
sobre:
"si no la hubiéramos llevado, si no la hubiéramos dejado",
finalmente culpa,
sentimiento de culpa porque se cree,
creo, creemos,
que quizás si le hubiéramos hecho caso en no llevarla, 
porque ella no quería ir, 
porque ella estaba esperando con todas sus energías, 
la cita con el cardíologo, porque sentía que algo no estaba bien, 
porque quizás sin decirnoslo, 
se sentía mal y pensaba que el centro de todo estaba en su mal, 
supuesto mal, mal del corazón.

Pero final de cuentas, la duda prosigue
y ronda sin parar la idea sobre si
¿la memoria existe en la medida que la culpa también?
y cómo con mi padre no tengo culpas,
tan solo, que no es menor, charlas que no nos dimos,
temas que no aclaramos,
verdades, dolores, confusiones, inmadureces que no tratamos,
pero no hay culpa,
no está el sentimiento de culpa, 
de "quizás dejé de hacer algo y por eso murió"
o "hice mal algo y por eso murió".

No es grato pensar que no existe entonces,
un sentimiento noble, 
tan noble como el amor 
y en el amor la memoria, 
de mantener vivo el recuerdo de aquel ser que se quiso tanto,
porque mucha de esa conciencia de memoria,
guarda culpa, 
mala conciencia, 
más la falta del cuerpo, 
del cuerpo de aquel ser con el que se convivió tanto y tantos años
y que descubrimos, descubro, no era tan mala la vida a su lado,
por el contrario, le daba un sentido,
una alegría,
la alegría que produce aunque ya jamonas, tener a nuestros papás al lado.

Porque siempre pensé que mis papás estarían siempre a mi lado,
que las historias negras, oscuras, horribles, 
de espacios que se abren y uno cae a un principio infinito, 
el precipicio infinito, negro y desolado de la muerte, 
esa sensación, 
aunque experimentada, 
nunca la viviría porque nosotros éramos Los cinco, 
los diferentes, 
los maravillosos 
y el mundo marcaba un antes y un después, tras conocernos.

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