La tarde de hoy, Andrés Orrego Matte --nuestro querido maestro-- murió en su casa de Santiago, Chile. Andrés fue uno de tantos universitarios chilenos que debieron de dejar su país para vivir, pensar y educar en libertad. Por voluntad propia, Andrés y su familia dejaron Chile, en 1975, pasando por Colombia, para hacer de Guadalajara su nueva casa. Orrego, un profesor de Historia en toda la línea, formado en una tradición historicista de matriz germana, pero marxista de convicción, hizo de su actividad docente un apasionado ejercicio de enseñanza y reflexión. Fue una poderosa influencia intelectual, en la aldeana academia de la Universidad de Guadalajara. Impulsó a mi generación a investigar y enseñar Historia, ya fuera social, económica o de las ideas, su verdadera pasión intelectual. Formó un amplio grupo de jóvenes que, a partir de un proyecto sobre historia de la educación, estimuló nuestra iniciación a la investigación, cobijó nuestros proyectos académicos, impulso iniciativas para nuestro desarrollo y, con una inmensa generosidad, hizo de su casa y cubículo un estimulante espacio de convivencia y conversación. Andrés volvió a Chile buscando lo que ya no encontraría, un país reconciliado y solidario, para años más tarde regresar a una Guadalajara que ya no existía sino en sus recuerdos. Fue su empresa final: el retorno a Santiago fue doloroso y la melancolía lo invadió los últimos años de su vida. Quizá, el infarto que lo sorprendió a solas, sea una lección para quienes lo dejaron solo al final de su vida. Pese a ello, en la formación y afecto de muchos de sus alumnos seguirá viviendo. Descansa en paz, Andrés, que te queremos.
Antonio Ibarra